martes, 9 de marzo de 2010

el imperio de los sentidos.

  1. mi color: el turquesa. especialmente en el mar, en particular el mediterráneo. me encanta observar la naturaleza: la pulcra belleza nieve de suiza, la alegría de un arcoiris en medio de la selva peruana, el movimiento de los felinos y los tiburones, la belleza asimétrica de las orquídeas. el minucioso acabado de los objetos hechos a mano. los claroscuros de Velazquez.
  2. no soporto mirar: serpientes, gusanos o lombrices, ni siquiera impresos en papel, y mucho menos cuando se cuelan en mi zapping. me desaniman los dientes amarillos, los kilómetros de paredes con pintas políticas y los close-ups de potos aceitados -bien flácidos, o bien extrañamente hinchados- de las mujeres que se ganan la vida mostrándolos. la sonrisa falseta y picona, rodeada de lunares con pelos, de tula rodriguez.
  3. mi sonido: el de las cigarras, especialmente cuando irrumpe a todo volumen en medio de algún bosque tropical. ciertas melodías, como las oraciones musulmanas, la marinera norteña, los primeros compases de close to me o el bolero de ravel. la voz de mi chico cuando me llama desde guangzhou -o alguna otra comarca remota- para decirme que ha llegado bien.
  4. odio escuchar: el impertinente aviso de mensajes de texto de los teléfonos nokia. los anuncios en alemán en la estación de tren (que inevitablemente me hacen pensar en el Holocausto). el raspado de la lima de uñas. el chirriar de los frenos de un auto, segundos antes de chocar. la voz huachafa de mi tía Pilar, en particular cuando habla en inglés. las palabras "cabello" y "orinar".
  5. mis dedos adoran posarse sobre la delicada cabecita de mi sobrina/hija F. y trenzarle cuidadosamente el pelo. adoro la suavidad de las puntas de las orejitas de perros y conejos, así como las yemas de sus patitas cuando son pequeños. ciertas noches de verano, me hace inmensamente feliz encontrar un pedazo de mi cama que aun esté frío. sumergirme en el agua, sea mar, bañera o piscina, me causa un placer que nunca podré describir con palabras.
  6. detesto tocar superficies gelatinosas: el pollo crudo, la clara de huevo, los restos de un plato de pasta ya frío que olvidé lavar. se me eriza la piel de sólo imaginar la posibilidad de pisar un caracol, y sentir crujir su caparazón debajo de mi pie. que me laven el pelo o me hagan "piojito", es una tortura que me es casi imposible soportar.
  7. mil sabores: la vainilla. el wasabi. la manzana. el tabasco. las conchas negras. el vino Protos (1996). la chirimoya. la langosta. la albahaca. el manjarblanco. un rico champagne (cava o prosecco). la alcachofa. los anticuchos. los sabores de mi niñez: macarrones con queso, galletas "casino royal" de fresa, puré de papas con arroz y huevo frito, la leche chocolatada.
  8. indigeribles: el chocolate blanco. las galletas "pícaras". el rocoto. las naranjitas chinas. el curry. los guisos que me recuerdan a la casa de mi abuela, como el locro o el ajiaco. la paprika. los chizitos. la bebida guaraná backus. el campari. el rabanito. las hamburquesas que vienen con pickles y los sandwiches de pollo que vienen con apio. el ron, por mas camuflado que esté.
  9. aromas adorados: la hierbaluisa, el limón, el perfume de I. -que tan bien le queda. la canela. la mezcla de pino, pavo al horno y papel de regalo que invade la casa de mis padres en navidad. la colonia johnson´s. el olor de las panaderías, cuando hornean. la gasolina. los libros nuevos. mi almohada, apenas me meto a la cama por las noches.
  10. pestes insufribles: la ruda. el lineal de los detergentes en cualquier supermercado. el sofrito de un almuerzo ajeno, cuando uno ya terminó de comer. cualquier colonia para varones baratos de los ochentas o noventas (léase brut, eternity, drakkar noir o aqua di gio). el olor de las ferreterías y las tiendas de accesorios para autos.

jueves, 11 de febrero de 2010

la infancia perdida.

  1. cuando yo era niña, y era mi santo; mi mamá no contrataba dalinas ni empresas de catering que pusieran tabladillo, buffet y mozos, porque ella misma se mataba preparando, junto con las empleadas, ricos sanguchitos de pollo, triples y butifarras miniatura. la tia Pilar y su ejército de maids, preparaba trufas, alfajores y mazapanes, pues los guargüeritos y voladores se encargaban religiosamente a donde la señora Gene. los juegos estaban enteramente en manos de nosotras, las niñas, y nadie jamás se resfrió porque en mi jardín faltase un toldo.
  2. cuando yo era niña, los juguetes importados eran caros. había que traerlos de Miami (que en los ochentas era un destino de lujo, y no -como ahora- un bazar para secretarias). yo me consideraba afortunada porque recibía un promedio de tres muñecas Barbie al año, una en mi cumpleaños, otra generalmente por mis buenas notas y otra por navidad. mis juguetes eran mis tesoros, y los cuidaba con cariño.
  3. cuando yo era niña, mi mamá era quien elegía mis atuendos. la mitad de ellos se compraban con gran esfuerzo en los mencionados destinos de lujo, y la otra mitad eran productos nacionales comprados en las boutiques “Pop Corn” y “d´Karla” del desaparecido centro comercial Camino Real, en el mejor de los casos. en el peor, eran confecciones caseras (como chompas tejidas por la mamama, y vestidos bordados por mi mami), o bien herencias de mis primas mayores (faldas escocesas o abrigos de paño) que mi abuela había traído de Londres el año en que se casó lady Di. no recuerdo haber protestado jamás.
  4. cuando yo era niña, a mis hermanos y a mi nos cuidaba una mama. la palabra “nana” solo la habíamos escuchado en la película Mary Poppins. las mamas por lo general eran mujeres mayores, solteronas, gordas y buenas. no habían llevado cursos de psicología infantil ni cargaban pañitos húmedos ni Dermabond en mochilitas marca Coach, pero sabían cocinarnos (a manera engreimiento), torrejitas de plátano y maní confitado, y les estaba permitido besarnos, apachurrarnos e incluso castigarnos, con tanta o mas autoridad que nuestras propias madres.
  5. cuando yo era niña, no era obligatorio usar casco, rodilleras y coderas para patinar, asi como tampoco era obligatorio ir en el asiento trasero del auto. era socialmente aceptado que tu tío tablista y soltero te sacara a pasear y te llevara por la bajada Balta en la tolva de su camioneta pick-up, a toda velocidad.
  6. cuando yo era niña, era pésima educación hablar de dinero. ante mis ojos, mis amigas cuyos padres les obsequiaban caballos eran exactamente iguales que las que criaban hamsters, y nadie sabia distinguir entre un jaguar y un mazda, salvo que fuesen de distinto color. ser socio del golf de San Isidro era igual de cool que ser socio, por ejemplo, del Lawn Tennis; puesto que la diferencia únicamente consistía en tu deporte de preferencia.
  7. cuando yo era niña, no existían los balnearios de lujo. en Ancón, los edificios eran viejos y todo el mundo tenia lancha –jamás un yate y mucho menos un catamarán. en Eisha (antes –modestamente- Las Palmas), las casas eran prefabricadas y tenían un sólo baño. nadie tenía terraza en el techo, ni piscina, ni cuarto de invitados, ni teléfono; y que yo recuerde, ninguno de nosotros quedó traumatizado por eso.
  8. cuando yo era niña, los mayores no organizaban su vida social alrededor de sus hijos. era al revés: si había parrillada donde el tío Pancho, pues a empacar algún juguetito y a rezar para no ser el único niño, mientras tu papá, el tío Pancho y sus amigotes barbudos dedicaban largas tardes a tomar cerveza, fumar en tu cara y contar chistes con lisuras, y tu mamá te lanzaba distraidamente un pedazo de churrasco (nada de comida especial ni mariconadas), mientras comentaba la última edición de Hola! con sus amigas.
  9. cuando yo era niña, los avances tecnológicos tardaban años en aparecer. en mi casa solo había dos televisores, cuatro o cinco canales, y una consola Nintendo que duró hasta que me hice grande. si quería escuchar música, podía sentarme en el estudio de mi papá y usar su equipo de doble casetera con auto-reverse, pero si prefería hacerlo en privado, tenia que usar mi walkman a pilas y retroceder las canciones que me gustaban haciendo girar la cinta con un lápiz.
  10. cuando yo era niña, rezaba con mi mama (sin acento) antes de dormir. en navidad, los regalos me los traía el niño Jesusito junto con Papa Noel, en quien creí fervientemente hasta cumplir los ocho años. lo mas porno que existía era el show de Benny Hill, (donde dudo que alguna vez se haya visto ni por asomo, un poto), y lo mas grosero, alguna imitación con doble sentido de "Risas y Salsa", que en todo caso yo no hubiese logrado entender. y es que cuando yo era niña, era inocente.